miércoles, 1 de junio de 2011

Mi primer parto: un viaje rápido e inesperado

Ignacio llegó en un viaje corto, sin escalas, un 6 de diciembre hace ya cuatro años. Un viaje relámpago, que tomó por asalto mis ilusiones y expectativas sobre cómo sería mi primer parto.

Unos días antes de cumplir las 36 semanas, sentí unos fuertes dolores en el bajo vientre, me acuerdo que mi esposo estaba de viaje y los nervios fueron cómplices de mi malestar. Mi doctor decidió entonces que, mediante un monitoreo, revisáramos la situación. Tras ver los resultados regresé a casa, no sin antes recibir, como medida preventiva debido a que tenía un embarazo de riesgo, una inyección para asegurar el rápido desarrollo pulmonar del bebé.

Al cumplir las 36 semanas, acudí a mi control de rutina. El silencio y el largo tiempo que tomó el doctor en examinar las imágenes en el ecógrafo hicieron que mis nervios despertaran de nuevo. Temía por la interpretación que yo también podía observar (una va adquiriendo destreza en este menester a medida que avanzan los meses): había poco, casi nada, en realidad nada, de líquido amniótico. ¿Cómo podía haber pasado? Siempre había escuchado que cuando se "rompe la fuente" es imposible no notar la enorme cantidad de líquido que despide. Después, consultando mi memoria recordaba haber visto que, días atrás, mi orina parecía un poco espesa y espumosa, pero jamás imaginé que ese era el líquido que contenía al bebe.

El doctor nos indicó que el bebe debía nacer ese día. La noticia me cayó como un golpe y sentí un dolor profundo en el pecho. No estaba preparada para que sucediera tan rápido, el bebé era aún muy pequeño. Nos propuso dos alternativas: un parto natural seco en el que el bebe podía sufrir (solo pesaba 2 500 gr y tenía el cordón enredado) o una cesárea. ¿Cómo podía decidir por el tipo de parto que podría hacer sufrir al bebe? Me acuerdo que me invadió una tristeza honda, oscura. Me había preparado con tanta ilusión para un parto natural y nunca me había planteado la opción de una cesárea.

No hubo tiempo de siquiera ir a mi casa a bañarme, preparar el maletín, la música con la que quería recibir a mi primer hijo. Del consultorio me llevaron a que me realicen los exámenes de riesgo quirúrgico y prepararme para la cesárea. No me di mucho tiempo para pensar, para
sentir, el miedo me invadió por completo, nunca me habían operado de nada.

Ingresé a la sala de operaciones temblando. Tuve la suerte de que una enfermera muy dulce me tranquilizara con sus palabras y cariños. Me colocaron la epidural y felizmente no sentí dolor. Amarraron mis brazos de manera horizontal. Llamaron a mi esposo, él ingresó con una sonrisa gigante, como nunca antes había visto en él y cámara en mano. La anestesia, su llegada, el oxígeno, me tranquilizaron de a pocos. Experimenté la sensación de corte y todo pasó como una película en cámara rápida. Sentí un jalón y hasta emití un suave grito cuando sentí que sacaban a mi bebé.

Su llanto fue lo que me devolvió al instante la alegría. Tan solo repetía sin cesar "Quiero verlo, quiero verlo". Lo colocaron a mi lado, lo besé y él puso su manita sobre mi rostro. No puedo describir con palabras lo que sentí pero definitivamente era amor en su sentido más puro. Luego, nos fuimos, él a la sala de bebés y yo a la de recuperación en la que tuve que estar dos horas. Las primeras dos horas más largas de mi vida. Doy gracias que la anestesia me mantenía un poco fuera de la realidad en ese momento. Transcurrido ese tiempo, pudimos por fin estar juntos, conversar con la mirada y celebrar que desde ese día en adelante nos amaríamos de manera incondicional.



3 comentarios:

  1. Oli que lindo! Aunque no tuviste el parto que querías tu decisión fue basada en el bien estar de tu bebe y yo creo que en eso va también nuestro amor de mama, en ver por el bien de nuestros hijos aun mas allá de nuestros propios deseos y eso hiciste tu y es maravilloso.
    Hermoso tu relato lleno de amor incondicional de madre.

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  2. Gracias por compartir de manera tan sincera la historia de tu parto, la historia de como conociste a Ignacio!

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  3. Es una historia hermosa. Gracias por compartirla. Nada se compara a ese primer contacto con nuestro bebe, darle besos, acariciarlo aunque sea con nuestra nariz, es inolvidable.

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